Todo movimiento social ha tenido su Banda Sonora Revolucionaria.

Cuando

la sinrazón se intentó abrir paso a través de la Plaza de Cataluña se encontró con un muro de resistencia pacífica. Con su

desmedida y brutal agresión parecían ignorar que «La

Libertad Es Un Arma Cargada De Futuro» y que «El

Pueblo Unido Jamás Será Vencido».
Música y Revolución son dos conceptos que han venido siempre de la mano y

quien más y quien menos coincidirá con esta propuesta de Banda Sonora para una Revolución.

«Dicen los viejos que en

este país hubo una guerra» en la que, dejando de lado lo terrible que fue, se cantó. Se cantó mucho para hacer

llegar las consignas y reivindicaciones de uno y otro bando. Algunas de esas canciones y otras procedentes de diferentes

revoluciones han recobrado su vigencia ahora que la cosa se decanta más hacia el canto que hacia las carabinas.

Las barricadas de hace ya casi 80 años no sirvieron para

detener al enemigo, pero nos dejaron una «Marcha Triunfal» (que es como se titula realmente) que ha servido de himno de la

Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Confederación General del Trabajo (CGT) hasta nuestros días. El himno eterno

del anarcosindicalismo es, en realidad, y con perdón, una canción prostituida compuesta en 1883 por un poeta polaco

encarcelado por los rusos contra cuya ocupación luchaban. Los propios rusos adaptaron la letra de «La Varsoviana» para ajustarla a la Revolución

Bolchevique pocos años después.
Muchas de estas canciones han sido actualizadas por grupos de rock con vocación

revolucionaria como, por ejemplo, Reincidentes y su resumida versión de la reivindicación popular cantada desde los primeros

años 30 en «Jornaleros Andaluces«.

Volvemos a

América porque, si la canción con la que Quilapayún demostraban su apoyo a Salvador Allende pocos meses antes del Golpe de

Estado que la convertiría en himno de la oposición popular a Pinochet, hubo otra canción que necesitó de otro hecho

luctuoso para convertirse en himno. «Hasta

Siempre» era una simple canción de despedida que Carlos Puebla compuso en respuesta a la carta que Ernesto Guevara

había remitido a Fidel Castro en la que renunciaba a todos sus cargos en el Gobierno cubano para internacionalizar la

Revolución y que cerraba con la desde entonces tan manida frase de «hasta la victoria siempre». Infinidad de artistas de

todo el mundo han versionado esta canción que se convirtió en himno tras la muerte del Che en 1967.

Una de las

canciones revolucionarias más significativas de la Historia es, sin duda, «Grândola Vila Morena» de José Alfonso porque

sirvió de espoleta para la Revolución de los Claveles en Portugal el 25 de abril de 1974 al ser la señal que habían fijado

los miembros del MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas) contrarios a la dictadura de Salazar. A las 00.20 se empezó a

emitir en la sintonía de Radio Renascença para convertirse en el himno de la revolución.

Algunos años antes, en

nuestra propia dictadura, a los censores se les coló un persistente Lluís Llach con «L’Estaca«. Tragaron con esta canción la octava

vez que Llach se la presentó, bajo el título «Ahir» («Ayer») en 1968. Un año después la prohibieron pero ya era un himno

popular. El 13 de noviembre de 1969, durante un concierto en el Palacio de la Música Catalana, el público interpretó

«L’Estaca» sin la intervención de Llach ya que era una canción prohibida. No es de extrañar que Llach acumulara más de

setenta y cinco prohibiciones y sanciones cuando en 1976 cantó «La Gallineta» ante un público entregado a la causa revolucionaria en Barcelona.

Sea

como fuere, con murallas o sin ellas, los vientos de libertad siempre se han musicalizado y siempre

servirán de arma contra las alambradas y más

en estos tiempos en los que ha quedado patente la vigencia del derecho a protestar.

JUAN

ARANAZ