Mucho es el desconocimiento y la arbitrariedad en el que nos hemos movido a la hora de valorar este periodo de la historia del anarcosindicalismo en el estado español. Las décadas de los 70 y los 80 supusieron un dramático pero rico periodo de debate, enfrentamientos y actividad que finalmente dio lugar a dos formas de entender una actividad anarcosindicalista que a algun@s gusta ver separadas 180º llenando el vocabulario de descalificaciones y exabruptos hacia el oponente. 

Mucho se ha dicho sobre lo acontecido por tal o cual persona, o sección sindical o…, haciendo ver que el todo es igual a la parte criticada sin valorar lo que de cierto tiene esa información, o los conflictos internos que en tal o cual sindicato, federación u organización han causado las acciones que gustan citar para descalificar al contrario.

Varias décadas después de iniciarse formalmente la división las espadas siguen en alto, y sin embargo las consecuencias de la aplicación práctica de cada una de las posiciones ha dado un resultado difícilmente no observable para la/el común de l@s mortales.
 
¿Acaso quienes se creen en posesión de la autenticidad y capacidad incorruptible de acertado análisis han logrado resurgir de sus cenizas dotando a l@s trabajador*s de la fuerza y empuje de hace 70 años, o si quiera de hace 30?. ¿Acaso alguna a sucumbido a las lisonjas del sistema, integrándose, viviendo de y/o defendiendo sus esquemas, olvidando su formidable y enriquecedor pasado, y dejando de proyectar su visión libertaria del futuro?. Siempre habrá quienes estén dispuestos a ver lo peor de las dos cuestiones, a ver sólo la realidad que les interesa, o torpedear cualquier intento de entendimiento.

El modelo organizativo

En Marzo de 1977 un artículo sin firma, donde se veía la mano del Secretariado de Catalunya, afirmaba que la CNT no era una organización específicamente anarquista, ni tampoco un sindicato únicamente reivindicativo, y se la definía como una organización anarcosindicalista que rechazaba cualquier tipo de dogmatismo y se mantenían distante de otras organizaciones próximas (en velada referencia a la FAI) para defender la autonomía de la organización. En la misma línea se planteaba la adecuación de las estrategias y tácticas de la organización a la sociedad del momento. Ante la diversidad humana e ideológica de afiliación en la CNT (sindicalistas, ortodoxos, marxistas libertarios, iluminados de la bandera negra, nuevos situacionistas, algún ex-MIL, exiliados del 36, etc…), llegaba a la conclusión de que muchas de estas definiciones no podían dar la imagen pública de la CNT, y se pedía la combinación de libertad individual y autodisciplina organizativa para construir una organización seria y creíble para los trabajadores, considerando que la reconstrucción de la FAI era contraproducente.

En defensa de la facción ortodoxa del exilio y de la FAI, como específica anarquista (y grupo de presión en la CNT), se unieron las voces de quienes consideraban que el modelo organizativo sindical estaba trasnochado y no permitía recoger a las nuevas fuerzas potencialmente revolucionarias representadas por los sectores más marginales. Esta tesis de la organización global o globalista encontró eco entre colectivos urbanos de la época (en general sectores jóvenes sin realidad sindical), que se alinearon con los defensores de la ortodoxia.

Las diferencias entre estos modelos organizativos se iban haciendo insalvables. La confluencia en el seno de la confederación de las bases obreras clásicas, con las tradiciones autonomistas, l@s renovador*s libertari@s y l@s jóvenes atraídos por una ideología difusa pero más preocupados por cuestiones vivenciales o contra-culturales que clasistas o sindicales… dibujaban un panorama confuso. Estos modelos se concretaron en tres formas de entender el sindicalismo:

  1. El sindicalista revolucionario: de base sindical, cuya estructura territorial permite intervenir socio-políticamente.
  2. El consejista: que primaba el asambleismo y consideraba el sindicato un “obstáculo” para la espontaneidad de la clase obrera.
  3. Y el integral o globalista: que consideraba que el individuo explotado y marginado era el nuevo sujeto revolucionario y que la CNT debía tener una estructura más flexible para incorporar sectores de los movimientos sociales y marginados, en las mismas condiciones que los sindicatos de sector.

CNT contra los Pactos de la Moncloa

Manifestación contra los Pactos de la Moncloa

La supeditación de las direcciones de CCOO y UGT a las estrategias de sus correligionarios políticos PCE y PSOE dibujó un nuevo escenario sindical. La actividad sindical, que había sido uno de los principales focos de conflictividad social en los últimos tiempos del franquismo y en el inicio de la transición, quedaba mediatizada por objetivos políticos y económicos diseñados en un consenso lejano y ajeno.

Especialmente en CCOO, se abrió una primera crisis de importantes magnitudes que sirvió para dar cuerpo a la CSUT y al SU (dos sindicatos contestatarios a la línea oficial, en parte mediatizados o dependientes de partidos escindidos u opuestos, en la órbita marxista, al PCE) y para que una parte significativa de los descontentos giraran su vista hacia la Confederación.

Para la CNT estos pactos trataban de hacer pagar a las clases populares la adecuación de la economía española a la crisis y a las exigencias del libre mercado, y hacer retroceder las conquistas salariales y laborales, por lo que se lanzó una intensa campaña contra ellos.

Entre otras acciones, en enero del 78, se realizó una manifestación de más de 10.000 personas que recorrió el Paralelo barcelonés. Pero al finalizar, el lanzamiento de cócteles molotov contra la sala de fiestas Scala, símbolo de la nueva clase media, provocó un incendio y la muerte de 4 empleados (algunos afiliados a la CNT).

Años después, sería ingenuo considerar una simple coincidencia que, el mismo día de la más importante respuesta contra los pactos que sellaron la “modélica transición pactada”, un grupo de jóvenes, con la ayuda de un confidente o agente policial, Joaquín Gambin Hernández, que se infiltró y agitó al grupo anarquista barcelonés para que, una vez acabada la manifestación de la CNT contra los Pactos de la Moncloa, estos arrojaran los cócteles molotov que quemaron la sala de fiestas Scala iniciando así una campaña gubernamental y mediática de criminalización de la CNT, que tendría relación directa con su crisis posterior.

La imagen de organización violenta o terrorista fue difícil de combatir y ocasionó la salida de obreros de los sindicatos de la CNT. Se produjo un nuevo éxodo, la afiliación quedó reducida a menos de la mitad en muy poco tiempo y se provocó una nueva polémica entre los que exigían el apoyo incondicional a los militantes detenidos y los que supeditaban el apoyo a una investigación, manifestando la desvinculación de la CNT respecto a las acciones individuales de sus afiliados.

A finales de 1978, se añaden nuevas trabas, Ramon Barnils y el equipo de Solidaridad Obrera (que habían conseguido una aceptación y un prestigio muy por encima de cualquier publicación de la organización) dimitieron ante las presiones de quienes consideraban que debían tener una línea más orgánica; y, en Sevilla, se produjo la detención de miembros de la Federación Ibérica de Grupos Anarquistas (FIGA), lo que agravará aún más la polémica interna que los grupos específicos, y su lucha armada, habían provocado.

El modelo de representación sindical

La regulación legal de la representación de l@s trabajador*s en la empresa, que se estableció en 1977, se basaba en los comités de empresa o delegad@s de personal elegid@s por l@s trabajador*s. Esto chocaba con el modelo tradicional de secciones sindicales del sindicalismo histórico español.

Desde todas las posiciones de CNT se criticó el modelo por:

  • Su tendencia al corporativismo (sindicalismo de empresa)
  • El freno que suponía a la sindicación
  • Y la previsible separación de l@s delegad@s de sus representad@s

No obstante, el sector renovador optó por presentarse a las elecciones sindicales (en candidaturas CNT o por decisión asamblearia), intentando superar los aspectos más negativos de la ley y aprovechando los que se consideraban positivos (información y propaganda en horas de trabajo, convocatorias de asambleas, acceso a información de la empresa, representación legal,…), dejando la puerta abierta a practicar otros modelos más participativos y directos en las empresas donde la mayoría de trabajador*s estuvieran de acuerdo.

Esta postura táctica fue duramente criticada por los sectores ortodoxos y, finalmente, se adoptó oficialmente una postura abstencionista. La radicalización del enfrentamiento en este apartado, junto a otros aspectos de carácter mucho más internista y de relaciones de poder, supuso la pérdida de una gran oportunidad para consolidar y aumentar una fuerza sindical aún significativa, y fue una de las causas fundamentales de la crisis de la CNT a finales de los 70, al tomar como una de sus señas de identidad el hecho de participar o no en las elecciones sindicales.

El Congreso de la Casa de Campo

En este ambiente, los meses previos al congreso de diciembre se produce un bombardeo de artículos en los medios confederales (Montseny, Campos,…), en los que bajo un pretendido barniz histórico se daba la versión ortodoxa y gloriosa de la CNT, tanto durante la Guerra Civil como en el exilio. Historicismo e idealización de una CNT todopoderosa que “resurgiría de sus cenizas cual ave fénix”.

El V Congreso no fue otra cosa que la reafirmación de los principios, tácticas y finalidades inamovibles desde el 36, acompañadas de referencias y posiciones marginales respecto de la situación social y laboral del momento que contentaba a los sectores globalistas.

En un clima propició a las vulneraciones de reglamentos y normas (se llegaron a producir intimidaciones para obtener los resultados programados) 53 delegaciones sindicales firmaron un escrito pidiendo la suspensión del Congreso por sus irregularidades y sus delegad@s abandonaron el mismo al ser rechazada su reclamación.

DE LA RUPTURA A LA REUNIFICACIÓN

Sobre la base de los sindicatos impugnadores del V Congreso y de personas y secciones sindicales que se habían ido quedando en el camino (a raíz de los múltiples conflictos internos o de posiciones orgánicas marginales) se fueron conformando sindicatos autónomos que confluyeron en 1980 en el VI Congreso. Este congreso dio lugar a otra CNT, conocida como CNT-Congreso de Valencia (CV), en oposición a la CNT-AIT (que colocaba las siglas de la internacional –prácticamente inexistente- como símbolo de reconocimiento y esencialismo)

Las dos organizaciones, muy mermadas de afiliación y proyección sindical, iniciaron caminos y estrategias distintas:

  • La CNT-AIT en su línea de reafirmación ideológica.
  • Y la CNT-CV tratando de buscar un espacio sindical sobre la base de un acercamiento a la realidad laboral.

Tras el VI Congreso de la CNT-AIT de Barcelona, en 1983 (contemplado como VII Congreso para el sector de CNT-CV), sectores de esta organización vieron necesario provocar un cambio de rumbo. Después de más de 3 años en la reafirmación de los principios, tácticas y finalidades y de la expulsión de todos los “enemigos” internos, se continuaba sin ocupar un espacio significativo en el movimiento sindical español.

Se constituyeron sindicatos de oposición de la CNT-AIT y comenzaron conversaciones con la CNT-CV con el propósito de ir fortaleciendo el conocimiento mutuo y superar las diferencias y desconfianzas que aún existían.

El VIII Congreso de la CNT-CV (29, 30 y 31 de octubre y 1 de noviembre de 1983, en Madrid) realizó un llamamiento a la reunificación confederal basado en el restablecimiento de un clima de respeto, tolerancia y apoyo mutuo. Se entendía que, de persistir en la discordia, el porvenir de la CNT y las ideas libertarias estaban seriamente amenazadas y condenadas a la extinción. Se llamaba a las bases de la CNT-AIT a iniciar un proceso transparente de unificación que confluyera en la fusión de ambas CNT, propiciando la celebración de un Congreso Extraordinario de Reunificación lo antes posible.

La respuesta fue desigual, mientras en algunos casos se procedió a un buen entendimiento y al establecimiento de mecanismos de intervención sindical y social conjuntos, en otros casos merodearon las agresiones y los asaltos de locales.

Finalmente, los días 29 y 30 de junio y 1 de julio de 1984 tuvo lugar en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid el Congreso Extraordinario de Unificación (IX Congreso CNT ya sin CV), que se desarrolló en un ambiente de gran tensión por la actuación de un grupo de iluminados en el exterior. No obstante, sus resoluciones abrieron el camino a la CNT renovada que daría lugar 5 años después a la CGT. Entre sus acuerdos destacan:

  • Fuerte autocrítica de las actuaciones pasadas
  • Abandono del criticismo negativista y del sindicalismo sin soluciones prácticas
  • Construcción de una organización plural
  • Destierro de la automarginación
  • Aceptación de la participación en los comités de empresa (sólo desde dentro se les puede vaciar de contenido) sin afectar a la táctica de la acción directa.

Elaboración de propuestas con objetivos concretos y reales que puedan ser asumidos y defendidos por los trabajadores,…

En junio de 1987 se produciría el X Congreso de la CNT en el que se constataba el crecimiento y afianzamiento de la organización, y en abril de 1989 el I Congreso Extraordinario de la CNT-CGT en el que se decide el cambio de siglas, de CNT a CGT, ante una sentencia judicial adversa.

Extracto libre del artículo de Emili Cortavitarte aparecido en el LIBRE PENSAMIENTO nº 48 (verano 2005)

Recogiendo la frase de J. García Oliver:

“ …Este es el momento de aclarar la enorme distancia que separa al anarquista del anarcosindicalista: aquél, siempre en vela por las esencias puras del libertarismo, y éste enfrentado con las realidades del complejo mundo social. Aquél, el anarquista, es una actitud ante la vida; y el anarcosindicalismo es una actuación en la vida… ”