Las leyendas urbanas del voto en blanco y la abstención.

Las repercusiones

de estos votos han originado en algunos casos «leyendas urbanas que no son reales» y pueden confundir al ciudadano a la

hora de enfrentarse a las urnas.
Votar en blanco, votar nulo o abstenerse son algunas opciones que tienen los

ciudadanos en cada convocatoria electoral, si bien las repercusiones de estos votos han originado en algunos casos «leyendas

urbanas que no son reales» y pueden confundir al ciudadano a la hora de enfrentarse a las urnas.

    El catedrático de Ciencia Política de la Universitat de València Pablo Oñate ha

explicado a EFE que una de las «leyendas urbanas» dice que la abstención «favorece al PP y perjudica al PSOE», algo que no

se cumple en la Comunitat Valenciana, donde la abstención se distribuye «más o menos de forma igual» entre ambas

formaciones.
    Para los comicios del 22 de mayo, Oñate augura que el electorado del PP estará más movilizado y más

proclive a votar que el PSPV, con lo que puede haber un aumento de la abstención de los no movilizados, exvotantes

socialistas, aunque podría ocurrir que exvotantes del PP decidieran no votar a este partido por los casos de corrupción.
    En consecuencia, el catedrático afirma que no se puede apostar por que la abstención vaya a perjudicar a un partido y

a beneficiar a otro, por lo que en el Comunitat Valenciana no se cumple esa «hipótesis largamente extendida».
    Una

segunda «leyenda urbana» habla de que el voto en blanco favorece a los partidos mayoritarios, algo que este experto en

comportamiento electoral también desmiente, ya que los escaños se reparten entre las candidaturas que han obtenido votos,

por lo que votar en blanco «no tiene efectos perversos», ni una repercusión destacada en la barrera electoral para tener

representación.
    Gráficamente, este catedrático expone que el voto nulo puede tener dos lecturas: ser un voto

«involuntario», por ejemplo haber introducido una papeleta con alguna anotación por detrás, o un mecanismo consciente de

protesta, como tachar el nombre del cabeza de lista, aunque sin consecuencias reales, pues sólo se enteran los que hacen el

escrutinio.
    Oñate señala que el voto nulo suele ser «testimonial», pues por ejemplo en los comicios autonómicos de

2007 supuso 15.000 votos, de un censo de 3’5 millones de electores en la Comunitat.
    Asimismo, el voto en blanco

(no votar a ninguna candidatura) suele corresponder a ciudadanos disconformes con las listas o con el procedimiento

electoral, y fue la opción por la que optaron 33.000 valencianos hace cuatro años.
    La abstención -no votar- es un

fenómeno «complejo y muy difícil de estudiar», expone Oñate, entre otras cosas porque «la mitad de los que se abstienen

luego no lo confiesan en las encuestas», quizá porque se suele entender que votar es «un deber cívico» y a lo mejor

consideran que abstenerse es no ser «buen ciudadano».

    Oñate explica que la abstención tiene siempre un

comportamiento técnico, como no figurar en el censo electoral, y también hay una abstención «involuntaria», como la de quien

enferma el día de la votación o le surge una urgencia, y que si no hubiera sido por eso habría ido a votar.
    Entre

los que consciente y deliberadamente optan por no votar, están los que siempre se abstienen porque son desafectos de la

política o están en una fase que no les interesa, y los abstencionistas «críticos», ciudadanos «muy politizados» pero que

rechazan el procedimiento electoral, o no comparten las listas, o están enfadados con el partido al que votaban

tradicionalmente.
    Oñate ha señalado que la abstención técnica y la de quienes «pasan» de la política suele ser

constante y no varía, pero la crítica suele depender de una combinación entre la ejecutoria de los partidos, la lealtad a

ellos o las postelecciones.
    Así, ha indicado, en estos comicios pueden ser electores del PSPV y PP desmotivados

por los casos de corrupción, por el desgaste del partido, por las divisiones internas, o que los responsabilizan de la

crisis económica española.

    Oñate asegura que los españoles son «pragmáticos» y votan «con bastante

intensidad», con una participación que siempre oscila entre el 70 y el 80 % en las generales, y entre el 60 y el 70 % en

las autonómicas y municipales, por lo que las variaciones en la abstención se deben a la coyuntura.