¿Anarquistas?, Artículos de Opinión de David Brooks


Hay algo muy

curioso aquí durante los últimos años, donde después de casi 80 años reaparecen en los titulares los anarquistas, casi

siempre acusados de provocar alteraciones del orden público y actos de violencia. Como que resucitan los titulares del fin

de siglo hasta los años 20 con el caso de Sacco y Vanzetti. 

Ahora a cada

rato –en las movilizaciones que paralizaron Seattle en 1999, hasta más recientemente con Ocupa Wall Street, entre otras

expresiones que fueron reprimidas–, cuando hay una ruptura en lo que las autoridades llaman ley y orden, les echan la culpa

a los anarquistas. Hasta la palabra fue usada como insulto por Harry Reid, el líder demócrata del Senado, la semana pasada,

cuando acusó a ultraderechistas republicanos de ser anarquistas al provocar el cierre del gobierno. O sea, anarquista es

sinónimo de cualquiera que sea irresponsable, desmadroso y violento.

Según esto, los guardianes del orden

político, social y económico representan lo opuesto a la anarquía. Pero entonces ¿quién es el responsable de tanto desorden

ahora?

Este país se parece cada

vez más a una república bananera, cuenta un ejecutivo de Wall Street a La Jornada. Los trenes no funcionaban la semana

pasada, el gobierno no puede aprobar el presupuesto y el gobierno está cerrado y estamos al borde de provocar una crisis

financiera internacional.
El circo en Washington ha logrado clausurar parcialmente el gobierno más poderoso del mundo, todo

por un sector reducido de ultraconservadores republicanos que, según el presidente, ha tomado en rehenes al gobierno y

exigen un rescate; o sea, el gobierno de Estados Unidos es víctima de un acto de extorsión.
Hay medidas de emergencia como la

reapertura, con fondos locales y privados, de la Estatua de la Libertad (monumento federal). No permitiremos que este

símbolo internacional de libertad permanezca cerrado por la disfuncionalidad y estancamiento de Washington, proclamó el

gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, el sábado.
En tanto, se lleva a cabo una reunión de los jefes financieros del mundo en Washington, donde todos

expresaron su nerviosismo si no se encuentra una solución para elevar el llamado techo de la deuda de Estados Unidos, que

autoriza su capacidad de pedir préstamos para pagar sus cuentas. Todos afirmaron que un fracaso llevaría a consecuencias

negativas no sólo para la recuperación económica estadunidense, sino para la economía global.
El presidente Barack Obama y su equipo han

advertido que un fracaso en encontrar una solución antes del 17 de octubre sería irresponsable y podría provocar caos en el

sistema financiero internacional.

Por otro lado, otros guardianes del orden también enfrentaban problemas. Ante crecientes protestas

aquí y en varios países por el espionaje masivo de comunicaciones por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) revelada por

los documentos que filtró Edward Snowden, se considera que Washington abusa y hasta posiblemente viola leyes nacionales e

internacionales que garantizan libertades civiles. Pero el encargado, el general Keith Alexander, comentó este fin de semana

que, aunque hay algunos problemas, su agencia hace más por proteger las libertades civiles y privacidad de lo que jamás se

sabrá.

Mientras tanto, los que

revelan todos estos abusos potenciales –tanto filtradores como periodistas– son considerados criminales, o peor, asistentes

del enemigo.

En otra parte de la

estructura del orden y seguridad nacional, el viernes pasado la Fuerza Aérea cesó al general Michael Carey, encargado de

todos los misiles terrestres nucleares de Estados Unidos, por pérdida de confiabilidad en su liderazgo y juicio, según el

comunicado oficial. Sólo revelaron que ha estado bajo investigación durante meses por mal comportamiento personal, sin

ofrecer mayores detalles.

Dos días antes, la Marina de Estados Unidos cesó a un almirante que ocupaba el puesto de

subcomandante del Comando Estratégico de Estados Unidos, el cual está a cargo de todas las armas nucleares en el arsenal

estadunidense. Está bajo investigación después de que un casino en Iowa lo detectó con mil 500 dólares en fichas de casino

fraudulentas.

Esto, más una larga

lista de arrestos de alcaldes, policías y otros funcionarios encargados de la ley y orden por una amplia gama de delitos y

corrupción.

Ni hablar de la

impunidad de aquellos altos ejecutivos en las casas financieras más importantes del país, encargados de operar y controlar

el orden económico, que cometieron uno de los mayores fraudes de la historia al detonar la crisis financiera más severa

desde la gran depresión.
Ni hablar del orden que resulta de la influencia inevitablemente corruptora de enormes influjos de

dinero de multimillonarios y empresas privadas a las campañas electorales del país.
Ni hablar del orden creado por las políticas

económicas, donde se registra ahora el mayor índice de desigualdad económica desde 1928 en este país.
Y, ante amenazas constantes a todo este

orden, y en nombre de la ley, continúan de manera constante operaciones bélicas abiertas y clandestinas, entre ellas

ataques a control remoto y secuestros de ciudadanos en cualquier esquina del mundo.
Entonces, si todo esto es resultado de los

guardianes del orden, ¿será que los responsables son anarquistas disfrazados de políticos, generales, jueces y

ejecutivos?

La palabra anarquía

incomoda a casi todos en el mundo occidental; sugiere desorden, violencia, incertidumbre. Tenemos buenas razones para temer

estas condiciones, porque hemos estado viviendo con ellas durante largo tiempo, no en sociedades anarquistas (nunca han

existido), sino justo en esas sociedades más temerosas de anarquía: los poderosos estados-nación de los tiempos modernos,

escribió el historiador Howard Zinn. “En ningún momento en la historia humana ha existido tal caos social… Son estas las

condiciones con las que los anarquistas han deseado acabar; de poner algún orden en el mundo por primera

vez”.

David Brooks/LA JORNADA

/ Nueva York