La masacre nazi sobre el Maestrat

  • Un documental en fase de producción intenta recuperar el drama histórico sumido en el olvido
  • La aviación alemana causó decenas de muertos en varios pueblos de Castellón durante unos bombardeos secretos

La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto bélico más mortífero de la historia. Probablemente, la mancha más difícil de limpiar para la humanidad. Su abominable huella trascendió fronteras, culturas, ideologías y etnias. Mucho más de lo que podamos imaginar, porque pese a ser el asunto más estudiado del siglo pasado, todavía hoy salen a la luz averiguaciones sorprendentes en torno a la barbarie nazi, ya manifiesta antes de la declaración de la citada guerra. Una investigación valenciana ha puesto en relación los experimentos de la innovadora tecnología armamentística nazi con cuatro pueblos de la comarca castellonense del Maestrat. Una mañana de mayo de 1938 los vecinos de Benassal, Albocàsser, Ares del Maestrat y Vilar de Canes despertaron con el estruendo generado por los tres aviones nazis que sobrevolaron sus respectivas poblaciones con el objetivo de lanzar bombas de media tonelada de peso. Corrieron mejor suerte que las decenas de víctimas mortales que jamás despertaron. Sus vidas fueron sesgadas en un instante por un ejercicio militar de los nazis tan simple como despiadado: poner a prueba el poder de destrucción y muerte de los Junker 87 Stuka, por entonces los nuevos aparatos de su aviación, que con el paso del tiempo se convertirían en los aviones más temidos durante la segunda Guerra Mundial por las fuerzas aliadas. Los acontecimientos de aquel aciago día se repitieron las dos jornadas siguientes, pero no se abrió investigación alguna. Todo quedó enterrado en el olvido, como las casas y los cuerpos de aquellos aldeanos. Se tardó 75 años en obtener una explicación que sólo ahora podrá comprenderse en su totalidad gracias a un documental que está realizándose sobre el luctuoso episodio.

Resulta asombroso que Hitler bombardeara cuatro pueblos de Castellón. Sin embargo, al concatenar las circunstancias del período, lo más espeluznante es asimilar aquella masacre en el Maestrat como un simple juego de mesa para la aviación alemana, cuyo objetivo era calibrar su potencial con vidas inocentes. Como es sabido, Franco solicitó ayuda aérea a Hitler en el transcurso de la Guerra Civil y el dictador alemán aprovechó la coyuntura para probar su armamento aéreo en una guerra convencional. La Legión Cóndor -así se llamó la fuerza militar nazi al servicio de Franco- causó estragos en el bando republicano, a la par que permitía a los alemanes mejorar la efectividad de su fuerza aérea en el todavía imprevisible conflicto mundial que supondría su futura invasión europea. Una de las acciones más conocidas de la citada legión se produjo en Guernica el 26 de abril de 1937. Una carnicería que para los aviadores nazis sólo supuso un ensayo de guerra totalitaria: primero lanzaron bombas para alarmar a la población y provocar que se escondieran en abrigos y sótanos, luego oleadas de explosivos de mayor potencia para derrumbar esos refugios, y, posteriormente, arrasar el terreno con bombas incendiarias. El último paso era ametrallar desde aviones ligeros a los pocos que aún podían huir para salvar sus vidas. La localidad quedó asolada y, según algunos estudios, Franco solicitó a la Legión Cóndor que respetara los objetivos civiles para evitar antipatías internacionales. Es una cuestión primordial que explica el secretismo sobre lo que ocurrió un año más tarde en Benassal, Albocàsser, Ares del Maestrat y Vilar de Canes.

El espacio que ocupaban estas poblaciones durante la Guerra Civil estaba en tierra de nadie en cuanto a posibles bandos se refiere. De hecho, el conflicto nacional no tenía repercusión alguna en esos pueblos por estar ubicados en la más alejada periferia del frente republicano. Desde la perspectiva nazi era un objetivo adecuado: sin defensa militar alguna, su irrelevancia geopolítica facilitaba la discreción de sus macabras maniobras contra objetivos civiles. Además, los pilotos nazis estaban afincados en el próximo aeropuerto de La Sènia (Tarragona). Era el lugar y el momento para probar la fiabilidad de los aviones Stuka lanzando bombas de 500 kilos, peso que doblaba la carga de los explosivos tradicionales. A diferencia de la guerra totalitaria de Guernica, en los pueblos castellonenses se verificó la eficacia de los Junker 87 Stuka bombardeando con la técnica de caída en picado, una especie de precedente de los drones militares. A 4.000 metros de altura el avión se lanzaba verticalmente mientras apuntaba al objetivo a 600 kilómetros por hora. A menos de mil metros del blanco, el avión se desprendía de la bomba y lograba alcanzar el objetivo con un margen de error de apenas 3 metros. Un método ideal para acabar con puntos estratégicos como puentes o bastiones. Pero los nazis también querían saber el potencial mortal de su innovadora técnica empleada en esta ocasión con gigantescas bombas. Y la tragedia se cebó con Benassal, Albocàsser, Ares del Maestrat y Vilar de Canes. Los nazis disponían de planos y fotos de las cuatro poblaciones y marcaron con flechas los objetivos, es decir, algunas casas de aquellos campesinos. Luego el horror. Varios supervivientes cuentan que muchos no entendieron el descenso vertiginoso de esos aviones: cuando vieron que se desprendían de bultos de gran volumen pensaron que eran sacos de trigo. Murieron más de 40 personas. Y los nazis se cercioraron. Fotografiaron el resultado en dos ocasiones. A las pocas horas de la masacre y meses más tarde. Si en las primeras fotografías sacude el horror de la injusta muerte de los desprotegidos, en las posteriores son los mandatarios nazis los que posan sosegadamente sobre los cráteres que provocaron los explosivos lanzados sobre el Maestrat.

Todas estas imágenes ignoradas en nuestro país salieron a la luz hace tres años gracias a la inquietud de un vecino de Benassal, Óscar Vives, profesor de Física de la Universidad de Valencia. Vives leyó una obra de Anthony Beevor, especialista en la Guerra Civil, donde se hacía una breve referencia a Benassal. Acudió al archivo militar de Friburgo citado en el libro de Beevor y dio con el documento clave, el informe nazi sobre el bombardeo de su pueblo y otras tres localidades. Tras recoger los testimonios de algunos testigos presenciales del bombardeo nazi del 38, se lanzó a la ardua tarea de comisionar una exposición absolutamente necesaria para los habitantes de la zona afectada por aquel ataque que por fin, 75 años después, tenía una explicación que ni las huestes franquistas ni las republicanas pudieron dar en su día. Ahora, y con carácter urgente es el momento de sacarla a la luz, porque la historia, cuando no la narran los testigos, se sobrecarga de un componente especulativo. Y los supervivientes, cada vez más ancianos, merecen conservar y difundir la memoria de su sufrimiento para las generaciones futuras.

Suicafilms, una productora valenciana de formatos documentales con más talento que medios económicos ha tomado decididamente esa responsabilidad. Ha realizado diversas investigaciones a partir del hallazgo de Óscar Vives. Ha comprobado la ausencia de diligencia alguna al respecto en los archivos franquistas, ha entrevistado a testigos presenciales dispersos por la geografía española, y cómo no, ya ha presentado el proyecto de documental, titulado «Experimento Stuka», en diversos festivales internacionales de cine documental. La aceptación ha sido extraordinaria y ha sido preseleccionado en varios de ellos. Como indica Rafa Molés, director del documental, es una historia que supera el carácter local y como tal debe ser abordada y difundida. No sólo por la siempre llamativa implicación de las fuerzas de Hitler. También por el carácter didáctico que puede y debe acarrear. El contraste entre las imágenes de aquellas fatídicas operaciones de mayo de 1938 y las escenas cotidianas en territorios como Siria es demoledor.

Aunque el cine documental sea caro de producir y no goce de gran aceptación en nuestro territorio, Suicafilms sigue en su empeño de obtener ayudas de instituciones como las diputaciones de Castellón y Valencia o el Ivac, entre otras. Experiencias precedentes avalan a la productora y el único impedimento es la financiación. Productoras catalanas, alemanas e incluso brasileñas han mostrado su interés. La increíble historia y el riguroso trato desarrollado lo merecen.

Fuente Lasprovincias.es