“La izquierda radical fue un actor clave en la Transición”

Entrevista a Gonzalo Wilhelmi, historiador y sindicalista, autor del libro “Romper el consenso. La izquierda radical en la Transición (1975-1982)» y uno de los impulsores del congreso “Las otras protagonistas de la transición. Izquierda radical y movilizaciones sociales”,

David García Aristegui Diario16

 Gonzalo Wilhelmi es doctor en Historia contemporánea y ha publicado varios libros sobre el movimiento autónomo y libertario en Madrid durante el último cuarto del siglo XX y sobre las víctimas de la violencia política estatal en la transición. También es autor del guion del documental Ojos que no ven… sobre las víctimas del fascismo en España desde 1975.

Eres el autor del libro “Romper el consenso. La izquierda radical en la Transición (1975-1982)”. ¿Por qué un libro sobre la casi olvidada por completo extrema-izquierda?

Porque la izquierda radical fue un actor clave en la transición. No porque dirigiera el proceso, que no lo hizo, sino porque fue, junto al PCE -el principal partido del antifranquismo- la impulsora de la movilización que hizo fracasar los proyectos de mantener la dictadura una vez muerto Franco. Porque en 1975, ni Adolfo Suárez ni el rey Juan Carlos defendían la democracia. Su cultura política y sus valores eran los de la dictadura. Pero se encontraron con una ola de protesta, sobre todo obrera pero también ciudadana, que no paraba de crecer y que la represión no conseguía eliminar. Y fue la movilización la que les forzó a liderar la transición a la democracia, abandonando su proyecto inicial de reformas menores.

El papel decisivo que desempeñaron en la transición, los miles de hombres y mujeres que formaron parte de las organizaciones marxistas, libertarias, asambleístas y cristianas anticapitalistas, apenas ha sido reconocido. Por eso también he escrito este libro.

Hablas sobre todo de organizaciones como ORT, PTE, PCE (m-l), LCR, MC, el movimiento libertario… ¿qué criterio seguiste a la hora de elegir los partidos en los que centrarte?

La izquierda radical era un espacio político muy fragmentado, por lo que es inevitable hacer algún tipo de selección para que el libro se pueda leer con facilidad y no se convierta en un manual de consulta. Los criterios son que fueran organizaciones que actuaran en toda España (o al menos en varios territorios) y que tuvieran representación las principales corrientes ideológicas. También se analiza, si bien con menor profundidad, la evolución de la izquierda radical independentista en Galicia, País Vasco y Cataluña. Quedan fuera por tanto grupos con menor implantación o que tenían fuerza sólo en algunas localidades.

La Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) obtuvo la alcaldía de Aranjuez en 1979 con los votos de UCD e independientes, y que posteriormente convertido ya en el Partido de los Trabajadores obtendría 335 concejales, 11 diputados provinciales y 20 alcaldías. ¿Podemos y las llamadas confluencias como Ahora Madrid o Barcelona en Comú son herederas de alguna manera de aquellas experiencias?

Los pocos ayuntamientos gobernados por organizaciones de la izquierda revolucionaria demostraron que no era cierto que en la transición se hizo lo único que se podía hacer. Demostraron que era posible avanzar más en terrenos como la democracia participativa, el derecho a la vivienda, el freno a los proyectos urbanísticos especulativos o el desarrollo del Estado del Bienestar. En Motril, la segunda ciudad de la provincia de Granada, el equipo de gobierno del Partido del Trabajo de Andalucía, encabezado por el alcalde Enrique Cobo, puso en marcha las primeras iniciativas de presupuestos participativos y organizó asambleas vecinales mensuales en lasque los concejales rendían cuentas de su gestión. En Marinaleda (Sevilla) la Candidatura Unitaria de Trabajadores, impulsada por el Sindicato de Obreros del Campo, puso en funcionamiento un sistema asambleario, que consiguió, entre otras cosas, acabar con la corrupción del empleo comunitario. En Llodio, la segunda ciudad de Álava, también se desarrolló un sistema asambleario que gobernó la ciudad durante un año y medio.

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Pero el ejemplo más significativo de iniciativa municipal desde la izquierda radical fue sin duda el caso de Las Palmas de Gran Canaria. En este ayuntamiento, gobernado durante 16 meses por la coalición Unión del Pueblo Canario, la izquierda radical consiguió impulsar la participación ciudadana, la transparencia y la democratizaciónde las instituciones (incluida la transformación de una Policía Municipal represiva en un cuerpo dedicado a garantizarla seguridad ciudadana), crear empresas públicas para prestarlos servicios esenciales y mejorar los equipamientos sanitarios, educativosy urbanísticos de los barrios populares. Al analizar esta experiencia es difícil no hacer paralelismos con Ahora Madrid o Barcelona en Comú, ya que aunque la situación de partida era muy diferente, las similitudes son muchas, incluido el carácter de gobierno en minoría apoyado por el PSOE.

La LCR pasó a ser Espacio Alternativo dentro de IU hasta llegar a ser ahora Anticapitalistas en el seno de Podemos. ¿El resto de organizaciones qué evolución tuvo, sus cuadros y sus herederos también están en Podemos?

Hoy, cuarenta años después, hay militantes de la izquierda radical de la transición en todas las organizaciones de izquierda, desde el PSOE hasta el independentismo vasco, gallego o catalán, pasando por PCE, IU o Podemos. Y esto se debe a que en contra de lo que dicen los tópicos, la militancia en la izquierda revolucionaria no era un calentón juvenil, ni un rito de paso por la adolescencia, sino una opción tan razonable y respetable como participar en otras opciones políticas.

Y más aún que en los partidos de izquierda, hay otras organizaciones que están llenas de antiguos militantes de la izquierda radical: los sindicatos. Porque en contra de los tópicos, la izquierda radical no era fundamentalmente universitaria de clase media (salvo algunos grupos en ciertas localidades concretas), sino que su base era sobre todo de clase trabajadora. Por eso hoy en todas las centrales sindicales, desde CCOO y UGT hasta CGT y CNT, pasando por ELA, LAB o CIG, es fácil encontrar con hombres y mujeres que comenzaron su activismo sindical en la década de los 70 en la izquierda revolucionaria.

Si volvemos a ver un programa como La Clave de 1984 actuales en el seno del movimiento libertario son exactamente las mismas. ¿Qué le ha pasado al anarquismo para no generar nuevas organizaciones, ideas o autores que renovaran al movimiento?

La influencia de ideas libertarias como el apoyo mutuo, el asamblearismo, la acción directa (entendida como resolución de los problemas por los propios afectados, sin delegaciones) fue muy importante para el desarrollo muchos movimientos como el obrero o el vecinal. Las organizaciones anarquistas fueron también un apoyo decisivo para la lucha de los presos comunes, que en condiciones muy duras consiguieron la reforma de la ley penitenciaria y que la tortura dejara de ser una práctica sistemática. Sin embargo, en el ámbito de las políticas generales, los resultados fueron muy escasos. Creo que se debe a las dificultades de actualizar la propuesta anarquista para adaptarla a la nueva realidad del Estado.

En el plano sindical CGT, heredera de un de rama de la CNT, jamás ha podido ser una alternativa global a CCOO y UGT. ¿El anarcosindicalismo tiene unos límites que no puede superar? ¿podría llegar a tener alguna vez un millón de afiliados como CCOO y UGT?

Creo que los principios anarcosindicalistas de mínima delegación, apoyo mutuo, acción directa pueden ser muy útiles para el sindicalismo en general. Si CGT no se ha desarrollado más es fundamentalmente por nuestras propias limitaciones. A pesar de ello, me parece que es muy necesaria la existencia de una organización que aspira a ser una alternativa real a los sindicatos mayoritarios en toda España.

Estás participando en la organización del Congreso “Las otras protagonistas de la transición. Izquierda radical y movilizaciones sociales. 24-26 febrero de 2017” ¿Hay que volver a narrar la Transición? ¿Por qué?

La transición se ha analizado mucho, porque es un periodo clave para entender nuestro presente, pero sobre la izquierda radical se ha escrito muy poco, y generalmente no se la ha considerado un actor relevante. Pero la realidad es muy diferente. En mi opinión es necesario reconocer el papel decisivo de los hombres y mujeres que en condiciones muy difíciles se enfrentaron a la cárcel, la tortura y la muerte para acabar con la dictadura y sustituirla por una democracia que fuera la antesala de un sistema socialista. Porque su contribución fue importante. Además, el análisis de las propuestas de los grupos marxistas, libertarios, asambleístas o cristianos anticapitalistas nos sirve también para valorar mejor la transición, los cambios que se consiguieron y los que no. El estudio de una parte ayuda a interpretar el conjunto.

No creo que la transición sea el origen de todos los males de nuestro sistema económico, político y social, pero desde luego sí que es útil analizar este periodo teniendo en cuenta todas las propuestas, no solo las que resultaron vencedoras porque recabaron más apoyos, sino también las derrotadas, que nos hablan de posibilidades por explorar. Y además, resulta que algunas propuestas de la izquierda radical siguen hoy en el centro del debate político. Entre ellas, una democracia profunda que combine representación y participación directa, la reducción de la pobreza y las desigualdades, acabar con la subordinación de las mujeres a los hombres, una salida a la crisis que garantice unos ingresos mínimos a todas las personas y alivie el paro por medio de la creación de empleo público estable y con derechos, y una estructura territorial respetuosa con las distintas identidades nacionales presentes en España, basada en el derecho de autodeterminación.

¿Qué trabajos destacarías de los que se van a presentar en el Congreso?

En el Congreso va a haber un contraste interesante entre las experiencias de militantes de los 70 y los análisis de investigadores y académicos. Y en un formato pensado para que todos los asistentes puedan participar en el debate, porque queremos un Congreso no sólo académico sino sobre todo abierto a la participación de cualquier persona interesada.

Hemos conseguido reunir un buen número de comunicaciones y testimonios de muchas partes del país, desde Canarias hasta Galicia pasando por Andalucía, Madrid, Cataluña, Baleares, País Vasco y Asturias. Seguro que me dejo muchas aportaciones interesantes, pero entre todas destacaría dos sobre huelgas emblemáticas de autobuses municipales (la de la Empresa Municipal de Transporte de Madrid, de José Madrigal y la de las guaguas de Tenerife de Domingo Garí), el texto “Barriendo el techo de la transición” de Eider de Dios, sobre la lucha de las trabajadoras domésticas, a caballo entre el sindicalismo y el feminismo y el relato de Javier Morrás sobre la lucha de la Escuela Soller, como experiencia de autogestión en la educación pública. Hay también propuestas muy atractivas sobre los cambios en la vida cotidiana, entre las que destaca el texto de Germán Labrador (“La transición como revolución cultural”). Y sobre todo, una parte fundamental del Congreso es la participación de la asociación de ex presos de la dictadura “La comuna”, que hablarán de la importancia de la lucha contra la impunidad de los responsables de violaciones de derechos humanos durante la dictadura (que se prolongó hasta 1977) y la necesidad de lograr verdad, justicia y reparación.