Ese octubre… de 1934

Mineros durante la revolución de 1934.

La huelga general de octubre de 1934 marcó un antes y un después en la historia de la República. Ya nada volvió a ser igual desde su fracaso. Y su represión marcó la antesala de lo que unos meses después iba a suceder con el golpe de Estado de 1936.

Si durante el primer bienio republicano habían sucedido enfrentamientos y problemas entre el movimiento obrero y el Gobierno la razón hay que buscarla en los numerosos problemas estructurales de la Repú­blica. Sin embargo, la huelga general de octubre de 1934 tuvo motivaciones políticas diversas. La victoria en diciembre de 1933 de una derecha fascinada por el avance del fascismo en Europa hizo que el movimiento obrero se pusiese alerta.

Durante 1934 se sucedieron diversos enfrentamientos. Por una parte, el sindicalismo entendió que en los Jurados Mixtos, controlados por una patronal proclive a la derecha, era complicado conservar sus derechos laborales. Algo que el anarcosindicalismo ya había denunciado. Esto posibilitó un acercamiento entre la CNT y la UGT. Igualmente, las izquierdas tendieron a la convergencia. En diversos lugares comenzaron a surgir Alianzas Obreras. Por su parte, la derecha se radicalizó. Los asaltos a las sedes de organizaciones obreras y estudiantiles llevaron a duros enfrentamientos.

Crisis y huelga en octubre

El 4 de octubre de 1934 se produjo una crisis en el Gobierno de Lerroux. La CEDA, partido que había ganado las elecciones en 1933, pedía estar en el Gobierno. Alcalá-Zamora, presidente de la República, aprueba el cambio de gabinete y tres ministros de la CEDA acceden al Gobierno.

El movimiento obrero reaccionó con la huelga general. Sin embargo, los efectos fueron desiguales. En Madrid, la convocatoria fue del PSOE y de la UGT. La CNT apoyó la huelga, pero sin respaldar el contenido político de los socialistas. Por ello constituyó un Comité Revolucio­nario anarquista. Parecía que el movimiento podía triunfar pero las autoridades destituyeron al Ayunta­miento del republicano Pedro Rico, se clausuraron los centros obreros y se detuvo a sus dirigentes. El movimiento huelguístico fracasó en Madrid como en otros puntos de España. Pero hubo dos lugares donde el movimiento tuvo otro cariz.

Catalunya y Asturias

La aprobación del Estatuto de Cata­lunya en 1932 fue entendido por la derecha como un ataque a la unidad del país. La llegada de la derecha al poder hizo temer al Gobierno de Lluis Companys que el Estatuto fuera suspendido. Por ello, el 6 de octubre de 1934 se proclamó el Estado catalán dentro de la República Federal Española.

Se movilizó al Ejército, se suspendió el Estatuto y encarceló al Go­bierno de la Generalitat. También a Manuel Azaña, que casualmente estaba en Barcelona. El movimiento autonomista catalán no contó con el apoyo del anarcosindicalismo ya que éstos no se sintieron identificados con los propósitos de Companys.
Fue en Asturias donde la alianza obrera alcanzó más extensión. La CNT y la UGT se unieron. Los comunistas lo hicieron el 5 de octubre. Las funciones de la Alianza Obrera, que durante unos días tomó el poder, fueron mantener la unidad de acción, la propaganda unitaria, la preparación y conducción militar y el poder político y económico. Todo dinamizado con el grito “UHP” (¡Uníos, hermanos proletarios!).

En la madrugada del 4 al 5 de octubre, la Alianza Obrera convocó la huelga general y se preparó para la defensa. Comenzaron a proliferar comités revolucionarios. Ante la dimensión del movimiento asturiano, las fuerzas gubernamentales utilizaron la aviación, la marina y movilizaron a los regulares de Marruecos. Algo que no había sucedido nunca.

Tras días de enfrentamiento, las plazas de los revolucionarios fueron tomadas por las fuerzas gubernamentales. A la cabeza, el general López Ochoa y Francisco Franco. La brutalidad de las fuerzas regulares contra los revolucionarios fue denunciada públicamente.

Durante el proceso, que adquirió matices revolucionarios, se llegó a proclamar la República social en Oviedo y el comunismo libertario en La Felguera. Se estima que hubo unos 1.500 muertos, la inmensa mayoría revolucionarios, y unas 25.000 personas fueron detenidas, juzgadas y encarceladas.

En la Revolución de Octubre de 1934, por primera vez el Gobierno ordenó la actuación de tropas regulares de Marruecos. La severidad y la crueldad de la represión del movimiento no había tenido precedentes en la historia de España. Los responsables militares, unos meses después, protagonizarían el golpe de Estado contra la República. También marcó el camino de la unión de las izquierdas en el Frente Popular.

Fuente Diagonal