La Iglesia expolia miles de propiedades al estado.

La

inmensa mayoría de las iglesias, colegiatas, monasterios, conventos, palacios obispales y catedrales de España –y lo que en

ellas hay- fueron construidos gracias a las primicias y al diezmo, impuesto que cobraba la iglesia a todos los agricultores, artesanos y ganaderos de España y que suponía la décima parte de la producción, del tipo

que fuere. 

 El diezmo entró en España, procedente de Francia, por Cataluña y Aragón –como la

inquisición-, de allí paso al resto del país. Se basaba en unas tablas fijas promediadas que establecían una cantidad por

“explotación”, sin tener en cuenta las cosechas o las pérdidas de cabezas de ganado. El pago no se hacía voluntariamente,

sino por temor a Dios y, sobre todo, a las órdenes de caballería, que no dudaban en cortar la cabeza a quien prefería

alimentar antes a sus hijos que a Dios. Otras, las que no fueron sufragadas mediante esos impuestos religiosos, se

construyeron por reyes, príncipes y notables, quienes también sacaban sus rentas del trabajo del pueblo, luego todo el

patrimonio que hoy presume tener la iglesia, no es de ella sino del pueblo español que durante siglos los sufragó con su

sangre y su sudor.

Hay miles de piedras, lienzos, esculturas, joyas, incluso monasterios enteros, vendidos por la

iglesia a multimillonarios extranjeros, sólo hay que ir a Nueva York para comprobarlo. Por otra parte, la iglesia no paga

impuestos por sus propiedades y recibe un montón de millones de euros para su restauración y conservación…

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