JUAN GARCÍA OLIVER y «El Eco de los Pasos» – 1ª parte



Por José

Martínez

Tras muchos años de silencio y de huir de todo tipo de protagonismo

histórico, desde su exilio mexicano Juan García Oliver dio a conocer sus Memorias. Anarcosindicalista de la primera

hora, hombre bregado en huelgas y luchas revolucionarias, este antiguo camarero, huésped asiduo de los más duros penales de

la dictadura primorriverista, había de convertirse en una de las figuras políticas claves del bando republicano. Su

intervención resultó decisiva para la continuidad de la legalidad republiblicana en Catalunya tras la derrota de las

fuerzas insurrectas y más tarde, siendo ya ministro de Justicia, había de convertirse en hombre-puente a quien confiar el

allanamiento y suavización de los antagonismos que enfrentaban a las fuerzas en el seno de la

República.

De sí

mismo, Juan García Oliver ha dicho: «Mi muerte será gris y posiblemente llegue con demasiado retraso». Más de

medio siglo de actividad militante hacen imposible una biografía sucinta, a la manera clásica, que marque los hitos más

importantes de su vida. Lo importante en García Oliver es el hilo conductor, la coherencia íntima de sus

actos.

Los

primeros pasos

Nacido en

Reus en 1902, en una familia de obreros del textil, sólo le será posible frecuentar breve tiempo la escuela primaria. En

El eco de los pasos recordará con cariño a uno de sus maestros, el republicano

Grau.

Una

huelga perdida que significará la

miseria para su familia y los encuentros armados en Reus entre obreros y soldados durante la «Semana Trágica«

serán sus primeras impresiones de las luchas sociales. Niño todavía, empezará a trabajar en la hostelería en Reus, en

Tarragona y, finalmente, en Barcelona. Le conquista rápidamente la magia de la gran ciudad. Allí asiste a los

enfrentamientos originados por la Huelga General de 1917, y participa en la fundación del Sindicato único de camareros

(CNT).

Es una época agitada en la que menudean los enfrentamientos entre sindicalistas y pistoleros a

sueldo de los patronos. Busca la compañía de sus compañeros más radicales. La figura más sobresaliente del sindicalismo es

entonces Salvador Seguí, «el Noi del Sucre«, y García Oliver toma postura en contra de las

tendencias reformistas que se atribuyen a este dirigente. La primera Huelga de camareros dará lugar a sus primeras

prisiones. Tiene 17 años. La cárcel será una experiencia rica para él y le permite conocer a anarquistas y sindicalistas ya

notorios.

A su

liberación será comisionado por el Comité regional de la CNT de Cataluña

para organizar los sindicatos de su comarca natal, feudo entonces de la UGT y del lerrouxismo. En Reus

existe industria textil, tenerías, serrerías, molinos de aceite, empresas de transporte y

construcción.

García Oliver trabaja como camarero.

La oligarquía local, enriquecida por la primera guerra mundial, es dura y está influida por los jesuitas y el requeté. Hay

pocos militantes anarquistas. Pero su labor de organizador tendrá inmediato éxito: ganará su primera Huelga, la de

transporte, aplicando la enseñanza del «Noi del Sucre«: si se plantea una huelga, hay que ganarla, cueste lo

que cueste.

La

consolidación del anarcosindicalismo en la década de los 20′

 

Hace sus primeras armas como orador, junto a Salvador Seguí, a Manuel Buenacasa, a

Juan Peiró; a Andrés Nin. Reus, Borjas, Falset, el Vendrell, Flix, Constantí, Tarragona, constituyen el

cuadro de su actividad como propagandista y organizador. El año 1920, será de éxitos Cenetistas en Tarragona. Estos

éxitos suscitan la escalada represiva de los patronos y de las autoridades, y el año 1921 será de gran dureza para los

sindicalistas revolucionarios. Aparecen en la provincia los pistoleros del Sindicato Libre, se multiplican

las detenciones, las recogidas de periódicos anarquistas, los consejos de guerra contra sindicalistas acusados de

antimilitarismo. A los intentos de organización de los sindicatos católicos propiciados por los patronos, responderán

los anarquistas con una violencia que costará vidas.

A finales de 1921 forma parte de una comisión de Cenetistas que visita en Madrid al Gobierno

para intentar resolver la crisis textil, pero cuyo objeto oculto era preparar el atentado contra Eduardo Dato, jefe

del Gobierno, el hombre que refiriéndose a los sindicalistas de CNT dijo:

«Sus y a ellos». García Oliver obtendrá el dinero necesario para la empresa, pero en el momento del atentado

estará de nuevo en la Cárcel Modelo de Barcelona. La muerte de Dato dará lugar a su liberación y podrá asistir en

calidad de representante de los sindicatos de Reus a la Conferencia nacional de CNT en Zaragoza, primera asamblea de carácter nacional a la que

asiste.

En 1923, a petición de los «hombres de acción» que organizaron el atentado contra Dato,

se instalará en Manresa, donde se opondrá violentamente a los pistoleros del Sindicato Libre. El asesinato del

«Noi del Sucre« le sorprenderá en Barcelona. A petición de los órganos superiores de CNT organizará el grupo «Los

Solidarios« para responder al terrorismo del Sindicato Libre«Los Solidarios« matarán al cardenal Soldevila en Zaragoza y a

Reguera en Toledo. Condenado a raíz de un encuentro sangriento con los pistoleros del Libre es enviado

al Penal de Burgos, donde permanecerá varios años.

En 1926 se exilia en Francia. Amante de las grandes ciudades, García Oliver recordará en sus

Memorias un París insólito, en el que frecuenta a anarquistas franceses, rusos, italianos y españoles, algunos de

ellos supervivientes del dispersado grupo «Los

Solidarios«, y también a nacionalistas catalanes. Tiene trato frecuente con Maciá, pero no

secunda sus proyectos de invasión armada de Cataluña. Los esfuerzos de García Oliver para unificar la acción de los

sindicalistas y anarquistas españoles exiliados en Francia fracasarán.

Un anarquista italiano –Schiavina– le transmite una carta de Errico Malatesta en la que

éste expresa la necesidad de ajusticiar a Mussolini. El atentado, que debía ser llevado a cabo por el propio García

Oliver, junto con Durruti, Ascaso, Aurelio Fernández y Jover, no tendrá lugar porque los

anarquistas italianos no pudieron aportar los medios materiales necesarios. Este grupo se propondrá, por sugerencia de

Durruti, atentar en el propio París contra Alfonso XIII.

Delatados antes de pasar a la acción, el grupo se dispersará: Durruti, Ascaso y

Jover serán encarcelados; Aurelio Fernández y García Oliver vuelven clandestinamente a España y son

detenidos en Pamplona. García Oliver será condenado y enviado de nuevo al Penal de Burgos. Tiene entonces 25 años. El

13 de abril de 1931, sublevará la población reclusa y proclamará la República en el propio penal.

El nacimiento de la Federación Anarquista Ibérica

(F.A.I.)

En

Barcelona encuentra una CNT en pleno proceso de reorganización tras los años de

clandestinidad impuesta por la dictadura de Primo de Rivera y dominada por la tendencia reformista que inspira

Ángel Pestaña. Prácticamente solo, García Oliver expone en el Congreso nacional de CNT de 1931, el

embrión de lo que pronto serán las posiciones «faístas»: la táctica de la «gimnasia revolucionaria» encaminada

a impedir que la Segunda República se estabilice y que CNT caiga en el reformismo, el llamado

«treintismo», posiciones que simbolizará la bandera rojinegra, creada por el propio García Oliver y que se

enarbola por primera vez el 1.° de mayo de 1931 en una manifestación que acabará en tiroteo en la plaza de San Jaime de

Barcelona.

Ese mismo verano,

se constituye de manera informal el grupo «Nosotros« integrado por

Durruti, Ascaso, García Oliver, Ricardo Sanz, Aurelio Fernández, Gregorio Jover,

Antonio Ortiz y Antonio Martínez. El Comité de Defensa Confederal, integrado por miembros de este

grupo, organizará, en aplicación de la táctica de hostigamiento a la República, los hechos del 8 de enero de 1933, cuyo más

notorio acontecimiento fue la matanza de Casas Viejas. García Oliver será detenido y apaleado cruelmente por

los guardias de Asalto en la Jefatura de Policía de Barcelona.

Defensor de la independencia y de la hegemonía obrera de CNT, García Oliver encabezará la oposición a la Huelga General de octubre

de 1934 y será duramente criticado en el propio seno de la CNT,

especialmente por los sindicalistas asturianos. A fines de 1935, en unión de Durruti y Ascaso, negociará con

delegados de Esquerra de Cataluña, que representan también al Frente Popular, la no abstención

electoral de CNT a cambio de la amnistía y de la entrega a los

anarcosindicalistas de armas, base material para su plan defensivo ante el previsible golpe de Estado derechista en caso de

victoria electoral de las izquierdas. Esquerra y el Frente Popular no cumplirían la segunda parte

de su compromiso y ello será una de las causas de la debilidad de la respuesta de los anarcosindicalistas andaluces y

gallegos frente al golpe de Estado de julio de 1936.

En el Congreso de Zaragoza de mayo de 1936, su papel será determinante en la reunificación de los

sindicatos «treintistas» y la CNT. Pero es duramente atacado por su

propuesta de creación de milicias sindicales y el texto de su ponencia sobre el comunismo libertario será

sustancialmente alterado.

Barcelona 1936. Valencia, Severino Campos, Ricardo Sanz, Aurelio

Fernández,

García Oliver, Gregorio Jover, García Vivancos y Agustín Souchy.

 

Los días 18, 19 y 20 de julio de 1936 dirigirá los cuadros de

Defensa de CNT en la batalla barcelonesa contra los militares sublevados, pero

en el Pleno regional de CNT del 23 del mismo mes su propuesta de

proclamar el comunismo libertario, e «ir a por el todo«, será combatida por Abad de Santillán y

Federica Montseny y derrotada. Este acató la decisión del Pleno y pasó a dirigir de hecho el Comité Central

de Milicias de Cataluña, organismo en el que Companys y los partidos del Frente Popular contaban

canalizar las energías revolucionarias hacia meras tareas de orden público, pero que, compuesto por representantes de todas

las fuerzas antifascistas organizadas, se convierte en verdadero gobierno catalán, responsable no sólo del mantenimiento

del orden, sino también de la industria (cuya colectivización alienta), la defensa del territorio, y organizando

milicias, Consejos de Obreros, soldados, y formando oficiales. Nunca había gozado Cataluña de instituciones

propias tan completas desde su anexión a la corona española.

Juan García Oliver en la Barcelona revolucionaria

El Comité de Milicias tropezó con la enemiga del Gobierno de la

Generalidad, con las maniobras de los partidos del Frente Popular y con la oposición del Gobierno central y

halló escaso calor en las instancias dirigentes de CNT y la FAI,

que hicieron suya la frase de Durruti «Renunciamos a todo menos a la victoria» que coincidía con la consigna

comunista de «primero ganar la guerra, después hacer la revolución». Las conversaciones que García Oliver

inicia con el Comité de Acción Marroquí no llegarán a resultados a causa del desinterés del Gobierno central,

temeroso de crearse conflictos con Francia e Inglaterra si contribuía a modificar el equilibrio colonial en el

Magreb.

«Un

ex-presidiario Ministro de Justicia»

El

Comité de Milicias es disuelto y los Cenetistas entran en el Gobierno de la Generalidad, primero, y en el

Gobierno de Largo Caballero poco después. Opuesto a la disolución del Comité de Milicias y a la participación

gubernamental de CNT, García Oliver será, sin embargo, ministro de

Largo Caballero, junto con sus compañeros de organización Federica Montseny, Juan Peiró y Juan

López.

Los ministros anarquistas: Juan

López, Federica Montseny,

Juan García Oliver y Juan Peiró

Rasgo típico en él, una vez se ha plegado a la decisión de CNT, García Oliver lleva a cabo su labor con la mayor eficacia

posible:

· Pone fin a los asesinatos que llevan a cabo en Madrid las Juventudes Socialistas

Unificadas

· Disuelve el «Tribunal de la Sangre» en

Valencia

· Ordena la destrucción de los archivos de antecedentes

penales

· Dicta una serie de leyes de inspiración

revolucionaria:

* Creación de Tribunales Populares

* Reforma penitenciaria

* Igualdad de derechos para ambos sexo

* Redención de penas por el trabajo.

· Se opone a la creciente influencia

del Partido Comunista y de la URSS, con el apoyo táctico de Largo Caballero, a pesar de

las amistosas relaciones que mantiene con los diplomáticos y consejeros militares soviéticos.

·

Propone la constitución del Consejo de Defensa, supremo organismo para la dirección de la guerra, del que será

miembro encargado particularmente de la organización de las Escuelas de Guerra.

Largo Caballero perderá el poder, víctima de la confluencia de

diversos intereses contradictorios sostenidos por el Gobierno soviético, todos ellos opuestos al predominio del ala

socialista izquierdista y del anarcosindicalismo.

La lectura de las Memorias de García Oliver, El eco de

los pasos, hace plausible la hipótesis de que los agentes soviéticos en España estaban divididos y que

durante algún tiempo se sopesó la conveniencia de apoyar la línea política que representaba García

Oliver.

A partir

de junio de 1937, contemplará en Barcelona la degradación de la situación republicana y tratará de oponerse al influjo

creciente del Partido Comunista. A comienzos de 1939, se ofrecerá, sin ser escuchado, a defender la ciudad y

tendrá que pasar a Francia. Desde allí, ve la perdida de Cataluña para la República, y propone volver a la zona Centro-Sur

para proseguir la guerra. Tampoco será esta vez seguido. Acepta y justifica la constitución de la Junta del coronel

Casado, considerándola como la única solución para llegar a una paz pactada con

Franco.

Coronel Segismundo Casado:

Escoged(…) entre la paz(…) o la guerra al servicio de la

locura imperialista.

Empieza

entonces para él un exilio que durará hasta nuestros días. Primero en Francia. Luego en Suecia. Al comienzo de la segunda

guerra mundial, obtiene un visado de tránsito de la URSS y, a través de la Siberia, se embarcará para llegar a

México, donde todavía reside. Allí, reorganizará la CNT, de la que será

secretario nacional en 1944, sosteniendo la postura de que los exiliados españoles deben reconstruir las instituciones

gubernamentales, se declaren beligerantes en el conflicto mundial, para proseguir una guerra que él no considera terminada,

y contribuir a la derrota del Eje, única manera de acabar en España con el régimen franquista. Esta postura no hallará el

asentimiento general del exilio republicano español.

Al final de sus Memorias, en El eco de los pasos, García Oliver

afirma:

«Ni

antes, ni durante mi gestión de ministro, ni durante el tiempo que vegeté en Barcelona, me arrepentí de lo que hice siendo

ministro, ni de haber propuesto ir a por el todo. Jamás dejé de esperar la oportunidad de poder

hacerlo.»

Publicado en

Nueva Historia nº 24, enero 1979

Si quieres

el libro de «El eco de los

pasos« en PDF pincha abajo.

A MODO DE INTRODUCCIÓN

(del libro«EL ECO DE LOS PASOS«)

Por Juan García Oliver

Este no

será un libro completo. Tampoco será una obra lograda. Sobre CNTCNT igual a anarcosindicalismo– se ha escrito bastante. Y se ha escrito por

haberse revelado como la única fuerza capaz de hacer frente a los militares españoles sublevados contra el pueblo. Fue

CNT -los anarcosindicalistas– la que impidió, por primera vez en la

historia, que un ejército de casta se apoderase de una nación mediante el golpe de Estado militar. Hasta entonces, y aún

después, nadie se opuso a los militares cuando en la calle y al frente de sus soldados asestaban a su pueblo un golpe de

Estado. La sublevación de julio de 1936 era de carácter fascista y al fascismo europeo, en la calle y frente a frente,

ningún partido ni organización había osado enfrentarlo. CNT -los

anarcosindicalistas– no logró hacer escuela en las formaciones proletarias del mundo entero. Otros golpes de Estado

han sido realizados después por militares. El de Chile, por ejemplo, frente a casi los mismos componentes que en España

-socialistas, comunistas, marxistas-, pero sin anarcosindicalistas, fue para los militares un paseo. Tal como se está

explicando lo ocurrido en Chile, la lección para los trabajadores será nula. Porque no fueron los militares quienes mataron

a Allende, sino la soledad en que lo dejaron. Algo muy parecido le ocurrió al presidente de la Generalidad de

Cataluña, Luis Companys, en el movimiento de octubre de 1934. Entonces, como ahora, predominaba en Europa una

manifestación del comunismo, gritón, llorón, dado a difamar a cuantos no se doblegan al peso de sus consignas. Bueno, sí,

para organizar desfiles aparatosos en Madrid, en Barcelona, en Santiago, en Berlín. Pero, al trepar al poder Hitler en Alemania, solamente el anarquista

individualista holandés Van der Lubbe tuvo el arranque de pegarle fuego al Parlamento, desafiando las iras de quien

se creía más poderoso que los dioses. Aquel fuego purificador alumbró la sordidez del mundo comunista, pagado de sus

periódicos, de sus desfiles, de sus manifestaciones, pero que, carente de la chispa insurreccional de los anarcos, siempre

dejó libre el paso a los enemigos de la libertad. No amando la libertad, no son aptos para

defenderla.

CNT tuvo excelentes luchadores, hombres y mujeres capaces de llenar páginas de

Historia. Pero careció de intelectuales capaces de describir y de teorizar nuestras gestas.

Durante años he vivido en la duda de si debía eternizarse nuestras

luchas en narraciones veraces. El final de Allende, asesinado por la soledad en que lo dejaron sus partidarios, me ha

convencido de que convenía que el mundo obrero conociera lo que éramos colectivamente, y no solamente a través de la imagen

de un hombre y de un nombre. CNT dio vida a muchos héroes. En la medida de lo

posible deben irse aportando ya los materiales de la verdadera historia del anarcosindicalismo en su aspecto humano,

más importante que las manifestaciones burocráticas, que tanto se han prodigado. Solamente la veracidad puede dar la

verdadera dimensión de lo que fuimos.

La verdad,

la bella verdad, sólo puede ser apreciada si, junto a ella, como parte de ella misma, está también la fea cara de la

verdad.

Juan García Oliver