¡Explotación y vergüenza!

Las caras:

 
futuroParaElena (25 años), sube al coche alrededor

de las 22 y 30, frente a la plaza Alfonso El Magnánimo. Trabaja en una tienda cuyo nombre tiene una clara connotación

italiana. Y, según leo, forma parte de un conglomerado que gestiona algo más de 6000 tiendas, en 86 países. Me cuenta que han

facturado, ese sábado, 40 mil euros: 10 mil en la sección niños y 30 mil en jóvenes y adultos. Se da cuenta de mi asombro y

aclara que “solo” se vende esa cifra o similar, los fines de semana. Le pregunto si no tiene inconveniente en decirme cuanto

gana. Y me lo dice sin problemas: 650 euros, con 20 minutos para comer. ¿Hace falta agregar algo?

¡Sí!: ¡que los jefes son unos reverendos cabrones!

 
 
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Julio es un hombre joven. Me hace el alto

en Plaza España. El tipo esta fundido. Como yo:      

 
¡Buenas

noches!

¡Buenas noches, caballero! ¿Qué tal?
¡Muy bien,

gracias!

¿Me llevas a Burjassot, por favor?
¡Ahora mismo!
Del curro

¿verdad?

¡Así es!
¿Mucho laburo?
Fin de semana ya sabes: ¡a

morir!

La hostelería ¿no?
Exacto. ¡Y lo peor, las condiciones de

trabajo!

¿Y el taxi qué?
Bueno: ¡una mierda pinchada en un

palo!

 
Julio se fundió el paro y los benditos 400 euros. Después de decenas

de visitas y curriculums, ya casi vencido, le llegó la llamada “salvadora”. La propuesta era sencillamente clara. Parecía no

haber sitio para malos entendidos. El asunto fue planteado, según Julio, en estos términos:

 
‘Te necesitamos 4 días a la semana; de miércoles a sábado, 4 horas

al día. Los 2 primeros, de 20 a 24 horas. Viernes y sábado, de 22 a 2 de la madrugada. De pronto hay que hacer alguna cosilla

extra; ¡nada importante!; ¡unos minutos que, claro, se tendrán en cuenta! El salario, 400

euros’.

 
Julio hizo los números (¡en

realidad, aplicó la puta máxima de que no hay peor salario que el que no se gana!), y dio el sí de conformidad.

Se dijo así mismo: 100 euritos a la semana por 20 horas, 5 euros la hora. ¡Para estar en casa, “no

esta mal”!

 
Al mes, le sumaron 4 horas

de atención al público. Las “cosillas” adicionales, suman 1 hora y media más cada

día, desde el principio. ¿Y el salario? ¡Los mismos 400

euros!

 
El “moderno” lugar en el que trabaja

(especie de bar de copas y algo de tapas, por lo que entendí), es una franquicia, con su casa matriz en Barcelona. Circuito

cerrado de televisión (¡hasta en el lugar de preparación de los alimentos!) y la caja registradora

conectada telemáticamente con la central, si alguien no paga o comete un error el camarero al cobro de la cuenta,

se descuenta a los trabajadores.

 
Si se

acuerdan de la madre del franquiciado, como me pasa a mi, es normal. ¡Señal de que aún estamos

vivos!

 
 
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María es una mujer de aproximadamente 35 o

40 años. La recojo en la rotonda de Manuel Candela y Blasco Ibañes. Son pasadas las 3,30 de la madrugada del domingo. Se ha

quedado con una compañera, luego del trabajo, tomando una copa. ¡En otro sitio, claro! Porque María trabaja en uno de los

tantísimos restaurantes de la ciudad. Y está (¿hace falta decirlo?), literalmente harta; ¡sencillamente asqueada

del curro!

 
Le pregunto y me cuenta su responsabilidad

y horario: ayudante de cocina, entra a las 9 de la mañana (el restaurante comienza a atender al público a las 10), con una

primera parada a las 3 de la tarde. En ese momento se sentará a comer y, seguidamente, se trasladará a casa de un familiar,

ya que no vale la pena dirigirse a su domicilio que está, para colmo, bastante distante. Es que María retomará la actividad a

las 6 de la tarde, en tanto que el sitio volverá a abrir sus puertas a las 7. Y se mantendrá “abierto” ( en realidad,

sirviendo a los comensales que ingresaron a la hora de la cena), hasta las 12 de la noche ( o la 1 de la madrugada,

dependiendo del día de la semana), a lo que habrá que sumarle 1 hora adicional (¡mínimo!), destinada a dejar todo en orden:

¡como Dios manda! 

 
Con el recuerdo del relato de María y en

casa, llego a 324. Sí: ¡TRESCIENTOS VEINTICUATRO!  ¿Y eso? Bueno, son las horas al mes, más o menos, que trabaja María. La

cifra es el resultado aproximado de un par de simples operaciones aritméticas: entre 13 y 14 horas al día; 6 días

a la semana; 4 semanas por mes trabajado.

 
¿Y la

pasta? ¡1500 euros al mes! ¡Por todo concepto! ¡Vacaciones y pagas incluidas! ¡4,63 euros la

hora! 

 
¿No será que son unos hijos de puta sus

jefes? ¡Claro que son unos hijos de puta! ¡Aunque digan que no pueden hacer otra

cosa!

 
 
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Nosotros, los conductores de

taxis, en los próximos días tendremos novedades sobre nuestras condiciones de trabajo. Concretamente, para el

próximo jueves 7 del corriente, la Conselleria d’Infraestructures i Transport ha citado a autónomos y patrones para que

resuelvan, si aceptan o no, algún tipo de regulación horaria. Los asalariados, que soportamos lo

inconcebible respecto a lo que pueda imaginarse sobre las mismas y que hemos descrito

detalladamente, no decimos ni mu. 

 
Algunos, los menos, conservan una silenciosa pero  digna rebeldía; otros,

hacen como que aquí no pasa nada, y miran en otra dirección; los

terceros, que parecen haber asumido la lógica del enemigo, son casi un monumento a la

resignación. 

 
A todos, absolutamente a

todos, nos tienen…¿de rodillas?: ¡Casi! 

 
 
 
 

 

¡Trabajadores

Asalariados del Taxi!