- Estudioso ejemplar, docente de profesión y trabajador incansable por los derechos de las clases trabajadoras nunca quiso decantarse por la política
- El Ateneo Obrero recuerda al anarquista gijonés exiliado en Francia cuando se cumplen 50 años de su muerte
«… procuré siempre instruir y educar a la infancia, a la adolescencia y a la juventud en los puros principios de la moral universal, común a todas las religiones positivas, así como de la civilidad consciente, que algún día unirán a los seres humanos en la convivencia pacífica, la tolerancia recíproca y la mutua comprensión, conduciéndolos hacia la paz, la justicia y la libertad social verdadera y fecunda…»
Eleuterio Quintanilla Prieto (Gijón, 1886 – Burdeos, Francia, 1966) fue un adelantado a su tiempo. Un ávido estudiante, chocolatero en sus tiempos mozos, maestro de vocación y anarquista de corazón al que la guerra española desligó de su patria para siempre. Este 2016 se conmemora el cincuentenario de su fallecimiento por lo que el Ateneo Obrero de Gijón ha organizado un programa especial que comenzará el próximo 29 de enero y se prolongará a febrero incluyendo en torno a media docena de actos entre proyecciones, homenajes y conferencias. El objetivo es recordar la figura de un hombre que «siempre trabajó por la defensa democrática, mantuvo un papel intelectual innegable además de una vinculación con el Ateneo Obrero enorme», asegura Luis Pascual, presidente de la institución gijonesa, quien cree que a los jóvenes de ahora no se les enseña como debiera quién fue Eleuterio Quintanilla.
Pueden conocer su relación con el movimiento anarquista pero no, por ejemplo, que su ideología política se gestó por su vinculación al gijonés Grupo Germinal cuando tenía 16 años, que en 1910 participó en el primer congreso de la CNT o que dejó su profesión como chocolatero en La Herminia para enseñar francés y aritmética. «Pese a ser un estudiante destacado en La Cátedra abandona las clases a los 13 años para trabajar y comienza luego a recibir clases nocturnas en el Ateneo Obrero», explica Chema Castiello, quien ha investigado la vida y obra del estudioso gijonés para el libro ‘Memoria de Eleuterio Quintana’ y es precursor de este homenaje. Tras ser director de la biblioteca del Ateneo Obrero, la única que por entonces prestaba libros, y participar en las publicaciones de su revista, comienza a trabajar de su verdadera vocación: la enseñanza. Primero fue profesor de francés y aritmética en el Ateneo y, en 1915, se incorpora a la Escuela Neutra de librepensadores masones, republicanos y anarquistas, labor que no deja hasta que el inicio de la guerra en 1936 cierra el centro. Es entonces cuando pasa al Instituto Jovellanos, gestionado entonces por el Gobierno republicano, a enseñar francés. «Fueron muchos de sus coetáneos, sin importar que fuesen hombres de izquierdas o de derechas, quienes aplaudieron la gran formación y la cultura de Quintanilla», señala Castiello.
Su labor docente la compaginó Eleuterio Quintanilla con sus ideas anarquistas, que defendió fervientemente antes de cumplir los 20 años. Aunque nunca quiso ostentar ningún cargo político, de su ideario salieron muchas de las acciones obreras que se institucionaron más adelante. Destacó primero por su posición ante la I Guerra Mundial «porque era partidario de defender a Francia para evitar una época de militarismo guiada por los alemanes», apunta Castiello, quien destaca al ilustre gijonés como un «gran orador, que no pretendía machacar sino convencer». A partir de ahí su ascensión fue rápida. En el Congreso de la CNT del Teatro de la Comedia de Madrid en 1919, Quintanilla defendió que la CNT tenía que unirse con la UGT para trabajar desde un solo sindicato, que estos debían aglutinarse a nivel nacional por gremios para enfrentarse a los empresarios y apoyar a la Revolución Rusa pero sin creer que la CNT tuviera que firmar la incorporación a la III Internacional.
Todo se truncó el 24 de septiembre de 1937 a raíz de que los nacionales llegaran a Gijón. Ese día tuvo que salir desde El Musel con destino a Barcelona como responsable del tesoro artístico de Asturias y Santander. Sin saberlo, cogió un billete para no volver porque en su Asturias natal solo quedaron su hija Paz y el marido de esta, Agustín Sánchez, quienes sería fusilados durante la contienda. Dos años estuvo en la ciudad condal antes de cruzar la frontera francesa con su familia y 80 niños huérfanos. Es en la Francia ocupada por las tropas alemanas cuando Eleuterio Quintanilla vive, según sus propias declaraciones, la peor etapa de su vida. Primero vive un bombardeo durante su estancia en Rennes; luego pierde el rastro de su familia y se queda solo con su único hijo varón que se llamaba como él aunque le conocían como Terín. Juntos bajan a pie hasta Burdeos, donde les detienen y mandan a un campo de trabajo donde están dos años, hasta que se entera de que el resto de su famila -su mujer Consuelo y tres de sus hijas, Ninfa, Violeta y Dalia- está en Burdeos y pide el traslado a una base de submarinos en plena contienda armada. «Una vez terminada la II Guerra Mundial se asienta en Burdeos y, pese a querer regresar a su Asturias natal, la dictadura franquista se lo impidió», apunta Castiello. De hecho, su familia no ha vuelto.
Sobre muchos de estos puntos se debatirá durante las próximas semanas en Gijón, ciudad a la que se desplazarán desde Francia un hijo (Terín) y tres nietos (Viviane, Dominique y Helios Privat) del propio Eleuterio Quintanilla. Ellos han sido base clave para conformar el libro ‘Memoria de Eleuterio Quintanilla’, que además de Chema Castiello firma Yolanda Díaz. El medio centenar de actos que se llevarán a cabo de Gijón cuenta con la colaboración del Aula Popular José Luis García, la Sociedad Cultural Gesto y el Ayuntamiento de Gijón. Juntos quieren poner en valor el legado de un pensador gijonés que desarrolló su labor en Francia.