Cárceles de menores: el Estado se inhibe…

El 70% de las cárceles de menores

están en manos de fundaciones privadas “sin ánimo de lucro” que reciben cada día entre 300 y 500 euros por menor.
“El cumplimiento de la condena y la rehabilitación de una persona condenada, siendo mayor y naturalmente siendo menor, no

puede dejarse en manos privadas, porque detrás de la privatización hay un negocio. Y no se trata de ONG sin ánimo de lucro,

sino, como decía un amigo, ‘sinónimo de lucro’”, afirma Félix Pantoja, fiscal del Tribunal Supremo que participó en la

redacción de la Ley de Responsabilidad Jurídica del Menor en referencia al progresivo proceso de privatización de las

cárceles de menores. Pantoja recuerda haber leído en 2001, año de entrada en vigor de la ley, un anuncio en prensa que rezaba

“Empresa en expansión necesita educadores”. Diez años después, esas empresas en expansión controlan en torno al 70% de las

cárceles de menores.

El negocio de las cárceles de menores –al igual que ocurre con los centros de protección– no

ha dejado de crecer desde entonces. Ningún estudio ha comprobado la eficacia de este modelo pivotado sobre fundaciones “sin

ánimo de lucro” que reciben entre 300 y 500 euros por niño/ a y día. Transferida la competencia para el cumplimiento de las

penas a las Comunidades Autónomas, la inmensa mayoría de ellas subrogan esta función a entidades privadas. Sólo Cataluña y el

País Vasco mantienen cárceles exclusivamente públicas. “La atención a los chicos se ve comprometida”, señala Patuca

Fernández, abogada de la Coordinadora de Barrios de Madrid con una extensa experiencia en el tema, “porque se establecen

criterios económicos en el tratamiento de menores”. En primer lugar, la diversidad de tratamientos es abrumadora.

En segundo lugar, la calidad de vida de los menores, en un contexto de negocio, puede verse afectada. Pero ante todo, para

Fernández, la privatización aleja la posibilidad de control que en el caso de las cárceles es esencial, “pues la ejecución de

una medida de prisión implica un ejercicio de contención. Toda nuestra configuración legal está prevista para que las

personas que están privadas de libertad dispongan de mecanismos de protección como es la posibilidad de denunciar torturas o

rigor innecesario”. Esto, a su juicio, “no se puede garantizar cuando los centros son privados”. Son muchas las voces que,

como Jorge del Cura, de la Coordinadora para la Prevención de la Tortura , advierten de que “la privatización de la privación

de libertad es aberrante” pues “cuando se trata de gestión privada la opacidad aumenta de forma exponencial y en un contexto

de negocio”. La CPT recoge en su informe anual algunos de los casos de tortura sufridos por menores en cárceles. Se trata de

casos muy difíciles de documentar, pues el secretismo de los centros, el miedo a la represión, la imposibilidad de acceso de

la sociedad civil a las cárceles –es más difícil que acceder a cárceles de adultos – y la vaguedad con la que los chavales

refieren los casos lo dificulta. “Nos encontramos a menudo con cartas que escriben losmenores en las que se narran

atrocidades, pero es siempre muy vago, porque son chavales de 14 a 16 años”.

En las cárceles de menores se

producen torturas que Del Cura clasifica en tres tipos: la “humillación permanente” –desde insultarles, que es constante, a

las de tipo sexual, obligándoles a desnudarse–, “sanciones arbitrarias” –en demasiadas ocasiones por conductas normales a

estas edades como distraerse en clase, tirarse bolitas de pan o hablar cuando no se debe–, incluyendo el aislamiento, y

“agresiones físicas puras y duras, lo cual incluye golpes, patadas, puñetazos, porrazos”.
La Asociación Pro Derechos

Humanos de Andalucía recogió en un informe elaborado en 2008 unas 70 quejas relativas a los centros de menores de Andalucía,

gestionados por la Fundación Diagrama, Ginso y Adis Meridianos. Las denuncias referían una cotidianidad plagada de

prohibiciones y sanciones, traducidas éstas últimas en encierros en una habitación hasta siete días (40 en algún caso) o la

obligación de permanecer sentado en una silla mirando a la pared sin poder moverse lo más mínimo. En el lado de las torturas

explícitas, los menores denunciaron la utilización de grilletes para atarles a los hierros de una cama sin colchón, a veces

sin que pudieran ir al servicio durante varias horas. El “engrilletado” es una práctica denunciada en diferentes centros y

comprobada cuando ya era demasiado tarde en casos como el de Philip García, muerto en el centro tinerfeño Nivaria, y que

valió una acusación criminal a cinco miembros de la empresa Seguridad Integral Canaria y de una educadora de la empresa Ideo.

Para Daniel Jiménez, de la Asociación para el Seguimiento y Apoyo a presas y presos de Aragón Asapa , “las muertes por

tortura no son excepciones sino ejemplos máximos de la manera de funcionar”. Desde 2001, nueve chavales han muerto en

cárceles. Casos como el de Philip, que apareció con una bolsa en la cabeza, el de Miguel, que se ahorcó en el centro Ilundain

(Navarra) gestionado por Herritz Berri, o el de Ramón Barrios, que murió en extrañas circunstancias en el centro Teresa de

Calcuta (Madrid) gestionado por Ginso.

ASAPA elaboró en 2008 un informe que denunciaba el empleo del aislamiento,

la psiquiatrización de los casos y el empleo de psicofármacos en la cárcel de menores de Zaragoza, Juslibol –“una réplica a

escala de la cárcel de Zuera”–. Desde que hicieron el informe, no han constatado cambios.A su juicio, “da igual si funciona

en la línea dura como cuando se aprobó la ley del menor, o si se cambia un poco la estrategia con la medicación y la

psiquiatrización y la anestesia” porque “el maltrato institucional tiene un proceso muy largo en el que las cárceles de niños

son la culminación, un círculo vicioso con el que mucha gente está haciendo negocio”.

SINÓNIMO DE LUCRO:

Fundaciones que gestionan cárceles GINSO, negocios redondos

“Asociación para la gestión de la integración social”

(GINSO), es una fundación propiedad de Alfredo Santos García que gestiona varios centros en Madrid y Andalucía. Pero GINSO

supone, además, un “paso más allá” en el modelo de negocio: tanto en Madrid como en Andalucía se ha encargado, a través de

empresas de Santos o de sus socios, de construir los centros que después ha gestionado. Santos colabora, además, con gente

como Javier Urra, antiguo defensor del Menor de la CAM y conocido tertuliano de Antena 3, que desarrolla en las mismas

instalaciones de Brea del Tajo la actividad de su sociedad limitada, Urrainfancia, con un programa llamado Recurra de

asistencia a familias con conflictos, destinado a los chavales que han acabado de cumplir las medidas.

GRUPO

NORTE
Fundación Grupo Norte, ligada al grupo empresarial del mismo nombre, gestiona varios centros de menores en régimen

abierto y semiabierto. Representa el modelo de negocio clásico en este ámbito, que mezcla la gestión de protección y la

reforma de menores con una red de empresas de limpieza, seguridad, trabajo social, telemarketing y ETT. La fundación es una

entidad “sin ánimo de lucro” creada en 2001, justo el año de entrada en vigor de la Ley del Menor, por distintas compañías

mercantiles pertenecientes a Grupo Norte. Ha sido denunciada por malos tratos en Valladolid y en Madrid, en este último caso

la denuncia fue efectuada por la Coordinadora de Barrios, al observar en un menor hematomas producidos por porras.

DIAGRAMA
Pese a las denuncias sobre su modelo de intervención y sus prácticas, Diagrama continúa gestionando centros

en comunidades como Andalucía, Valencia, Murcia, Castilla La Mancha y la ciudad de Melilla. Las denuncias le han hecho perder

algunos centros, com “Los Robles” en Madrid, pero el negocio sigue viento en popa. Además de cárceles, gestiona numerosos

centros de protección.

Mas información: Dos años sin

muchos cambios en los centros de menores

Col·lectiu DRARI دراري d’Investigació Acció Participativa

pels Drets de l’Infant

Mas información: Dos años sin muchos cambios

en los centros de menoresCol·lectiu DRARI d’Investigació Acció Participativa pels Drets de l’Infant