Todo el mundo sabe que las huelgas generales dejaron de ser generalizadas seguramente desde la de 1988, que paralizó totalmente la actividad. Después hubo algunas convocatorias más, pero nunca con la rotundidad de aquel 14D. Desde 2012 ni tan siquiera ha habido llamamientos generales de huelga; todo el empeño reivindicativo se dejó para la concertación y el diálogo social… y así nos ha ido, habría que añadir.
Con ese reciente y triste pasado de la clase obrera resultaba evidente que la Huelga General del 29M (de ámbito territorial valenciano, ya que venía motivada por las consecuencias de la Dana) no iba a ser tan general y rotunda como la indignación y la rabia que la impulsaban. Sobre todo por el boicot de las empresas de la información y el esquirolaje descarado de los dos aparatos sindicales mayoritarios.
Sabiendo que se iban a dar esas actitudes obstruccionistas contra la huelga, los sindicatos CGT, IV, CNT y COS asumieron su responsabilidad como organizaciones de clase y su compromiso con las víctimas de la tragedia del 29 de octubre y tiraron para adelante con la convocatoria. Solo cuando faltaban escasos días para el 29M y gracias a la espectacularidad y sorpresa que representaron acciones como la ocupación de la sede de la patronal valenciana, la concentración ante el parlamento autonómico o la instalación de llamativas pancartas en lugares tan emblemáticos como la descolgada por CGT en las torres de Serranos, algunos medios no tuvieron más remedio que informar de la huelga y sus motivos.
Más que el seguimiento del paro, que merece una valoración detallada de los sindicatos convocantes y que pese a todos los pesares ha tenido su repercusión en diversos sectores. Un seguimiento que hubiera sido mucho mayor de no contar con esas trabas y zancadillas no por esperadas menos lamentables, a las que se unió el abuso descarado de la Administración al imponer en los transportes y empresas públicas unos servicios mínimos del 80% e incluso más.
Pero lo más importante es que se ha demostrado que es posible convocar una huelga sin la colaboración del dócil sindicalismo mayoritario (y enseguida explicaremos por qué lo llaman así) y se ha dado un gran paso en la denuncia continuada que el pueblo valenciano viene expresando contra la mala gestión de la dana por parte de Carlos Mazón y su gobierno.
Ha sido una gran movilización, y como no podían ocultar lo que estaba ocurriendo en las calles y las carreteras valencianas, muchos medios convencionales han tenido que contar (el mismo 29M) que había una Huelga General convocada por unos sindicatos que no son los que sus empresas apoyan. En algún caso (como el de TVE) diciendo que la promovían cuatro sindicatos minoritarios, pero sin mencionar las siglas impresas en las banderas y pancartas que llenaban sus pantallas.
Afortunadamente ha sido gracias a los diarios digitales alternativos y a las radios libres, además del gran trabajo de sindicatos y colectivos que respaldaban la huelga en redes sociales, barrios y centros de enseñanza, como se ha logrado suplir el papel que una prensa verdaderamente libre habría desempeñado.
En cuanto el bochorno de ver cómo UGT y CC.OO. añaden la gota que colma el vaso de su renuncia y deriva reformista, solo se puede decir que hace años que este final se veía venir. Han sido muchas las reformas y recortes pactados con patronal y gobiernos como para sorprenderse ahora. Es merced a esa sumisión a los intereses del capital como estas dos entidades expertas en la firma de pactos y el cobro de subvenciones mantienen el nada envidiable calificativo de «sindicatos mayoritarios».
Gozar de esa condición mediática tiene su precio y sin duda lo han pagado. Pero no serían tan mayoritarios (de hecho en algunos territorios y sectores ya no lo son) si no se diera un triple trato de favor. Por un lado la patronal fomenta la afiliación y el voto en las elecciones sindicales a dichas organizaciones con estrategias como darles a sus delegados la gestión de cursillos, promociones, ascensos, etc. También los sucesivos gobiernos apoyan su protagonismo con la firma de pactos, participación en organismos públicos y una lluvia de subvenciones de dudosa transparencia. El tercer elemento de su hegemonía se lo aseguran los medios de comunicación, sacando a sus dirigentes bajo cualquier pretexto e ignorando a otros sindicatos que, muchas veces, organizan acciones más interesantes y concurridas que las escasas iniciativas del sindicalismo oficial. El 29M acabamos de asistir a la enésima representación de esta farsa.
Antonio Pérez Collado